Las Estructuras Mentales pueden conceptualizarse como estructuras inmateriales y suponen una forma de organización de contenidos.
A lo largo de la historia de la Psicología se hacen directas nominaciones a determinados tipos de estructuras. Por ejemplo, estructura del ego, estructura de la personalidad, estructura de la motivación, etc., dando por hecho que determinados elementos psicológicos son o poseen estructura.
¿Cómo se constituyen las estructuras? ¿Cómo se organizan entre ellas? ¿Podemos axiomatizarlas, como se hace en otras ciencias? Tales son los problemas a los que deberá responder la psicología estructural del mañana” (Muchielli 1969).
Como sostiene Bühler (1966): “…Si la Psicología ha de ser una ciencia propiamente dicha, si ha de ser algo más y algo distinto que, por ejemplo, una parte de la fisiología o incluso de la física, su objeto ha de hallarse sometido a leyes estructurales propias”.
Como cualquier otra ciencia, ha de tener sus propias estructuras en las cuales fijar su estudio. Sus objetos, refiriéndonos como tales a entidades, no a finalidades.
Las estructuras de otras ciencias
La física estudia los cuerpos inertes existentes en la naturaleza; todos los cuerpos son entidades potenciales de estudio de esa ciencia, desde la materia atómica elemental hasta los gigantescos objetos galácticos que ocupan el espacio. De estos micro y macro objetos estudia sus propiedades, composición y, en general, las leyes que regulan su comportamiento.
La química y la geología, ciencias diferenciadas próximas a la física, también tienen sus propios “objetos” de estudio. Estos son las sustancias, las rocas, los minerales que las componen, etc.
Ambas ciencias se fijan especialmente en la estructura y composición de esos objetos. De ellas dependen las propiedades comportamentales que interesa conocer a la ciencia. Por ejemplo: su dureza, consistencia, capacidad para unirse a otras sustancias, apariencia que toman, etc.; en función de las agrupaciones estructurales de las moléculas se puede conocer la energía que contienen y las fuerzas que las han modelado.
La biología multiplica sus esfuerzos en el análisis de macro y microestructuras: plantas, peces, mamíferos, especies en general, esqueleto; pulmones, células, vacuolas, hélices de ADN, secuencias de nucleótidos que configuran el código genético, y así un largo etc.
El caso de la psicología
La Psicología también tiene sus propios objetos, o lo que es lo mismo, sus propias estructuras. Aunque intangibles, siempre han estado presentes, pese a la duda permanente que presenta su equiparablilidad a las “auténticas” estructuras u objetos estudiados por las restantes ciencias. Los psicólogos no debemos acomplejarnos por la naturaleza imprecisa de las estructuras que debemos abordar. Hoy en día, incluso las ciencias fundamentales continúan teorizando, tratando de conocer la naturaleza de “objetos” propios de sus respectivas áreas de conocimiento cuya intimidad se resiste a ser desentrañada [1].
Una ciencia exclusivamente de actos y procesos sería incompleta, no podría considerarse ciencia. Se convertiría en una especie de ética o estudio de la moralidad, bondad, conveniencia, oportunidad, etc. del comportamiento.
Elementos de las Estructuras Mentales
Los elementos estáticos del psiquismo son tan necesarios. Igual que su dinamicidad y estos elementos no son otros que las Estructuras Mentales en todos sus variados niveles de configuración.
En la naturaleza los procesos fluyen sobre el soporte de las estructuras, estando ambos fenómenos tan íntimamente relacionados que en ocasiones no es fácil diferenciarlos.
En la Psicología se hace un uso frecuente del concepto de estructura, sin embargo, en textos de las materias que constituyen la actual Psicología no se observa una definición precisa y unívoca de tal. Este concepto adquiere oscuros significados de corte metafísico, en ocasiones carentes de utilidad real. El término se usa con tanta profusión como con escasa precisión: “A menudo se ha dicho que es difícil caracterizar al estructuralismo, debido a que ha revestido unas formas demasiado múltiples para presentar un denominador común y que las ‘estructuras’ invocadas han adquirido unos significados cada vez más diferentes” [2].
Estructura en sentido formal
Las estructuras, omnipresentes en la psicología, no constituyen, en sentido estricto, sino una parte de los objetos: su armazón o soporte. Ahora bien, como esta parte resulta ser el elemento constitutivo esencial de los objetos, hemos asimilado el concepto objeto a estructura. Esto porque su síntesis ayuda a comprender elementos de la Psicología que parecen inconexos, cuando en realidad son equivalentes.
Si bien es fácil asimilar la idea de proceso al dominio de lo psíquico, no resulta tan comprensible la idea de estructura. Ello ha supuesto graves problemas para la Psicología, como supone la idea de fuerza. La conceptualización proviene de las ciencias antiguas, una conceptualización ajustada a la naturaleza de cuerpos físicos y elementos biofisiológicos. Por esta razón, hemos tendido a utilizar el concepto de estructura en sentido formal, aceptando el concepto de estructura para actos o procesos como conjunto de regularidades que dan cierto carácter estático a lo que es pura dinamicidad; sin embargo, ello no resuelve el verdadero problema de una disciplina que aspira a convertirse en ciencia. La Psicología necesita estructuras de verdad, aunque no resulta fácil comprender este concepto como sinónimo de “objeto” psíquico.
Estructura de la acción
A lo largo de la historia de la Psicología, y en otras ciencias, las estructuras, en ocasiones no son únicamente características o cualidades materiales de los cuerpos.
Disciplinas como las matemáticas, o la lingüística, hacen referencia a estructuras formales para referirse a conceptos invariantes. Reglas y leyes que forman parte del sustrato conceptual que las constituye. En Psicología también el concepto de estructuras se aplica en un sentido formal:
“En una primera aproximación una estructura es un sistema de transformaciones que entraña unas leyes en tanto que sistema (…) y que se conserva o se enriquece por el mismo juego de sus transformaciones…”
Piaget 1974
La Psicología afronta una grave e irresoluble dualidad desconocida para el resto de la ciencia y como no podemos asimilar fácilmente el concepto de “objeto-psíquico”. Recurrimos ocasionalmente a sustitutivos que puedan obviar tal dificultad, aunque con ello se introduzcan más elementos de confusión de los ya existentes.
Frente al problema, en una regresión a la infancia de nuestra ciencia, recurrimos nuevamente al soporte seguro de las estructuras fisiológicas, ya acreditadas de antemano para la ciencia general. Aunque veamos claramente que estas estructuras pertenecen a ramas próximas del saber y no a la Psicología.
En otras perspectivas teóricas los psicólogos manejan conceptos que podrían asimilarse a distintas formas de estructura psíquica. Generalmente, desde las diferentes conceptualizaciones de estructura nos referimos a elementos organizados de lo psíquico, relacionados con lo inobservable interno [3].
Entendemos que las estructuras psíquicas son entidades que organizan y configuran la conducta o, si se prefiere, el psiquismo. Así como en geología las estructuras de silicio determinan el comportamiento de las rocas. O en biología, las estructuras del carbono determinan el comportamiento de los materiales biológicos.
Características de las Estructuras Mentales
No es el momento de profundizar en la naturaleza de las estructuras psíquicas. Únicamente interesa poner de relieve su existencia, su relación con fuerzas y procesos mentales, articulando estos tres grandes componentes para constituir un armazón unificado. La falta de articulación actual plantea graves problemas para el avance de la Psicología, pues impide usar un leguaje común y unos métodos compartidos en el mundo académico, así como en la práctica psicológica. Por ello, es importante precisar algunas características fundamentales de las Estructuras Mentales sobre las que se debe profundizar en el futuro.
Las estructuras psíquicas suponen una forma de organización de los contenidos de nuestra mente. Por ejemplo, las actitudes, contenidos mentales capaces de ser invocados y reconfigurados frente a situaciones estimulares, requieren elementos formadores o subestructuras elementales: pensamientos y sentimientos almacenados en alguna forma de organización, como puede ser la memoria, necesitando, como todo proceso creativo, un tiempo de formación. Como ejemplo de esta organización, Minski [4] ha propuesto una estructura piramidal para la memoria, sosteniendo una tesis fundamental según la cual, esta organización estructural tiene por función recrear estados de la mente. Desde esta perspectiva, los estados mentales almacenados en la memoria pueden ser “objetos evocados”, reactivando el “estado mental parcial que se asemeja al original” cuando se formó la huella mnémica.
Las Estructuras Mentales contienen energías, igual que las fisiológicas y el resto de estructuras de la naturaleza, que las dotan de estabilidad y equilibrio, constituyendo una parte esencial de las mismas. Estas energías deben ser, necesariamente, origen de las fuerzas psíquicas internas, desatadas por eventos que podemos considerar estímulos externos para la mente, los cuales constituyen de esta forma el origen de los procesos psíquicos mediante los que las estructuras se regeneran manteniendo una continua evolución.
Naturaleza inmaterial de las Estructuras Mentales
Lo definitorio de las estructuras es el estatismo frente a la dinamicidad de los procesos, por eso el empeño en destacar el aspecto “objetual” de la estructura o el sentido de “estado”, frente a la estructura de los actos que son leyes o regularidades de la acción. Además, es incuestionable que para que una estructura sea modificada, siempre será necesario ejecutar un proceso. Muchos estructuralistas tienden a integrar el proceso dentro de las propias estructuras y aunque éstas determinan la naturaleza de las acciones, los procesos son entidades diferentes [5].
Las Estructuras Mentales son de naturaleza inmaterial. Mientras que en otras ciencias las estructuras son identificadas claramente con elementos materiales. Incluso los procesos se desarrollan en substancias o elementos también materiales, como ocurre en la propia transmisión nerviosa.
En psicología, las estructuras carecen de corporeidad, algo que rebasa los límites de lo admisible por nuestro limitado pensamiento. Por ello, como modernamente piensan algunos cognitivistas [6], y ya antes lo pensaron algunas de las viejas escuelas de la Psicología, una idea, un concepto, un dato o recuerdo, corresponderían a un “estado del cerebro”, es decir, una activación de un determinado circuito neural.
La emergencia de una determinada estructura, frente al resto de la masa amorfa o inactiva del cerebro, generaría un determinado contenido o estado mental, sensación, sentimiento, pensamiento, actitud, etc., es decir, una determinada estructura psíquica [7]. Algo similar ocurre en la pantalla de un televisor: a una determinada combinación de inputs lumínicos del tubo de rayos catódicos, correspondería una imagen. Sin embargo, la imagen que percibimos es un objeto propio distinto de la simple iluminación de los puntos de la pantalla. Un contenido con carga informativa y de significados que nada ya tiene que ver con los simples reflejos lumínicos.
Estratificación de las Estructuras Mentales
Constituyendo la mente como estructura total, descubrimos entidades simples y elementales como ideas, deseos, sensaciones, recuerdos, etc. Entidades que podemos encontrar integradas en estructuras compuestas: creencias, actitudes, conocimientos. Y en otras mucho más complejas constitutivas de superestructuras, como sería el conjunto de elementos almacenados en la memoria. Para algunos autores, la personalidad, el autoconcepto, el yo, constituye la más sofisticada expresión de las estructuras psíquicas. La integración de todas ellas hemos de entender configuran la mente, frente al cerebro integrado por la arquitectura fisiológica.
Como ocurre en el orden natural de las cosas, las estructuras mentales están conformadas por subestructuras. Estas se superponen de forma estratificada en orden creciente de complejidad y capacidad funcional, desde los elementos simples, células del psiquismo, hasta las estructuras más complejas.
Como postulaba Wundt, una idea es un elemento estructural de psiquismo, un contenido básico, aglutinador y catalizador de elementos complejos. En un nivel superior de organización cobran existencia en la mente: propósitos, fantasías, recuerdos, etc. Son capaces de asociarse a otras micro-estructuras para formar elementos complejos como conceptos y disposiciones. Sumados entre sí darán lugar a estructuras aún más complejas como actitudes, creencias y así sucesivamente hasta la configuración del Yo, la conciencia o el psiquismo, como macroestructura mental. Así ocurre en toda la naturaleza conocida por la ciencia.
A partir del famoso “tamquam tabula rasa”, no decimos nada nuevo al afirmar que uno de los principales tipos de estructura mental es la estructura continente. Así, la memoria entendemos funciona como receptáculo pero, además, entre los tipos de estructuras existentes, debe haber las estructuras-objeto alojadas en esos receptáculos continentes. Es fundamental para la psicología entender qué tipos de estructuras pueden existir en la mente y cómo deben ser éstas [8], pues con tal ayuda quizás podamos iluminar el camino hacia su definitivo conocimiento.
Estructuras de contenido
Entre las estructuras mentales, la historia de la Psicología se ha centrado en elementos identificables como estructuras de contenido, objetos mentales perceptuales [9] olores, colores, sabores, imágenes, sonidos y objetos mentales conceptuales como ideas y conceptos lógicos, culturales y yoicos. Junto a las estructuras de contenido, la Psicología analiza frecuentemente estructuras continente de las cuales la memoria [10] constituye el ejemplo por excelencia. Sin embargo parece que algunas estructuras objetuales podrían, a su vez, constituirse en estructuras continente, pues cuando pensamos en determinados constructos estructurales yoicos, actitudinales o de personalidad, es evidente su consideración también como receptáculos capaces de albergar contenidos simples constitutivos de su estructura total.
Finalmente hay que admitir que determinados componentes de la mente o, si se prefiere, propiedades estructurales, son asimilables con mayor facilidad para nuestro entendimiento si las conceptualizamos como estados mentales. Así, determinadas sensaciones como agradable o desagradable. Determinados sentimientos como deseo, rechazo, amor, odio, etc. y determinados elementos de contenido lógico- perceptivo como claridad mental, empatía, etc., elementos que no resulta fácil definir con palabras, componen todo un repertorio capaz de constituirse en contenido mental estructural de tipo estado evaluativo sobre la realidad exterior e interna al sujeto.
En resumen, las estructuras mentales, los contenidos de la mente que no constituyen actos. Son a la Psicología lo que los cuerpos y objetos materiales son a la Física y al resto de las ciencias que tratan de explicar la naturaleza. Descubrir su composición, su formación, las energías que contienen y las propiedades que poseen, así como inventariar, como ya sostenía Husserl, todas las existentes en el universo mental, debe ser misión prioritaria de la Psicología. Como lo es para el resto de la ciencia que trata de inventariar y localizar los objetos sobre los que centra su análisis y estudio.
Notas
1 «Los químicos actualmente -a raíz de la teoría cuántica- intentan, y con gran éxito, explicar el color, el estado de agregación y otras cualidades de las sustancias utilizadas y producidas en sus laboratorios… El espacio, en la física contemporánea, no es el sustrato inerte y homogéneo empleado tanto en la teoría de Newton como en la de Maxwell; algunas de sus nuevas propiedades no son muy diferentes a las atribuidas antiguamente al éter…». En: La estructura de las revoluciones científicas. (Op. cit.), p. 173.
2 Piaget, Jean. (1974). El estructuralismo. Barcelona: Ed. Oikos-Tau.
3 Harre (1976) considera tres niveles de teoría científica. Para la psicología situada en el último de ellos considera «el sustrato es fisiológico, las observaciones son de la conducta, las entidades teóricas intermedias son estados mentales… Los estados mentales es de esperar que sean aspectos sistemáticos del modo de organización del sistema nervioso «. Considera a dichos estados «un puente entre sustrato y observaciones». Wetherick N. E. Los fundamentos de la psicología. En: Problemas filosóficos en psicología. (Op. cit.), p. 117.
4 Minsky M. Líneas K Una teoría en la memoria. En: Perspectivas de la ciencia cognitiva. (Op. cit.).
5 Gréco, Pierre. Análisis estructural y estudio del desarrollo. En: Estructuralismo y psicología. Buenos Aires: Ed. Nueva Visión.
6 Según Minsky «Un estado mental total no es más que una especificación de todos los agentes que están activos». Ver: Líneas K una teoría de la memoria. En: Perspectivas de la ciencia cognitiva. (Op. cit.), p. 111.
7 Still, Arthur. Percepción y representación. En: Problemas filosóficos en psicología. (Op. cit.), pp. 165 -182.
8 «El objetivo de la psicología científica es descubrir qué tiene que ser la mente para que sea tratada impersonalmente como una parte determinada del mundo de los objetos…». En: Fenomenología y psicología: objetividad para la mente. (Op. Cit.), p. 198.
9 Husserl llega a afirmar que tras la «epoche» (método fenomenológico): «Mis experiencias psicológicas, percepciones, imaginaciones, etc., siguen siendo en forma y contenido lo que eran, pero ahora las veo como estructuras, pues por fin estoy cara a cara con la estructura última de la conciencia». Citado por Bolton en: Fenomenología y psicología: objetividad para la mente. (Op. cit.), p. 201.
10 Schank, Roger C. Lenguaje y memoria. En: Perspectivas de la ciencia cognitiva. (Op. cit.).
Bühler, Karl. (1966). Crisis de la psicología. Madrid: Ed. Morata.
Muchielli, Roger. (1969). Introducción a la psicología estructural. Barcelona: Ed. Anagrama.
Piaget, Jean. (1974). El estructuralismo. Barcelona: Ed. Oikos-Tau.
Searle, John. (2001). Mentes, cerebros y ciencia. Madrid: Ed. Cátedra.