Altruismo y Prosocialidad (comportamiento prosocial) no son conceptos equivalentes. La conducta altruista es indiscutiblemente prosocial. Pero la Prosocialidad da cuenta de la tendencia del individuo a realizar, de manera voluntaria, las acciones que la caracterizan.
Se entiende por altruista la conducta de un organismo (no necesariamente humano) que, mediante su acción directa e intencional, contribuye a aumentar el bienestar de un semejante, incluso a expensas de su propio bienestar (Dawkins 2000). Esto supone estar dispuesto a pagar un alto costo personal por ayudar a otros. Se trata de un término derivado del francés, incorporado por Auguste Comte al vocabulario de la ética filosófica. Es muy bien aprovechado por los biólogos para explicar, mediante la Teoría del Egoísmo, algunos detalles evolutivos de las especies (Dugatkin, 2006).
Diferencia entre Altruismo y Prosocialidad
Altruismo y Prosocialidad no son conceptos equivalentes. La conducta altruista es indiscutiblemente prosocial, pues sus productos (la simpatía, la conmiseración, la cooperación y la entrega o generosidad) son considerados facilitadores de la relación humana y se encuentran asociados a expresiones emocionales y cognitivas de complacencia.
La prosocialidad da cuenta de la tendencia del individuo a realizar, de manera voluntaria, estas acciones y otras tales como compartir, preocuparse, donar, reconfortar, cuidar y ayudar, que benefician directamente a otros (Batson, 1998; Eisenberg, Fabes y Spinrad, 2006; Penner, Dovidio, Piliavin, y Schroeder, 2005).
La conducta prosocial (que ha demostrado relativa estabilidad durante la niñez y la adolescencia), suele suscitarse a través de una serie de procesos complejos que implican mecanismos autorregulatorios. También razonamiento moral y procesos de adopción de perspectiva (Caprara y Pastorelli, 1993; Eisenberg y cols., 2006; Eisenberg y cols., 1999; Krebs y Van Hesteren, 1994). Complementariamente, la conducta prosocial se relaciona con el ajuste psicológico de los niños y adolescentes (Eisenberg y cols., 2006). Por lo que constituye un factor de protección al fortalecer su adaptación general, su auto-aceptación y su integración al entorno social inmediato. Esto mejora los niveles de satisfacción de vida (Caprara y Steca, 2005; Keyes, 1998; Piliavin, 2003; Van Willigen, 2000).
Aspectos clave de la Prosocialidad
Hay por lo menos dos aspectos relacionados con la prosocialidad que deben ser esclarecidos en profundidad. El primero de ellos hace referencia a la influencia de la variable cultural. El segundo, tiene que ver con la relevancia de la situacionalidad en la determinación del comportamiento prosocial.
Con respecto al primer punto (variable cultural), es importante conocer, por ejemplo, si las características individualistas o colectivistas de los diferentes grupos humanos (Hofstede, 1980; Triandis, 1990) introducen variaciones en la expresión de la prosocialidad. El individualismo ha sido generalmente identificado con una mayor autonomía, centrado en la persona, y en el logro de metas al margen del colectivo; mientras que, en el colectivismo, por el contrario, prevalece el interés y los valores del grupo, destacándose la cooperación y la reciprocidad (Hui, 1988; Shkodriani y Gibbons, 1995; Temple, 1989). Por lo general, los países occidentales son considerados individualistas, mientras que los países latinoamericanos, Bolivia, por ejemplo, son de tradición colectivista. Por lo tanto, a riesgo de pecar por simplista; uno se sentiría tentado de asumir que el colectivismo estaría más próximo a la prosocialidad que el individualismo.
Altruismo y Prosocialidad – Estudio
Un estudio (Caprara, Tramontano, Steca, Di Giunta, Eisenberg y Roth) evaluó las propiedades psicométricas de un instrumento desarrollado para medir la prosocialidad de adolescentes y adultos en tres países con culturas claramente diferenciadas: Italia, Estados Unidos y Bolivia. La muestra estudiada fue de 3424 estudiantes (1462 varones y 1962 mujeres); con edades entre los 18 y los 24 años, con claras variaciones en su estatus socioeconómico (Caprara y cols., 2005).
Con respecto a la medición del constructor “prosocialidad”, los resultados indicaron que los ítems que miden las conductas de ayuda, cuidado y empatía, mostraron en los tres países. Pero especialmente en Bolivia, los más altos niveles de precisión, especialmente en niveles moderados de prosocialidad.
El estudio también sugirió que la conducta prosocial ocurre y es valorada de manera diferente en las tres culturas. Sin embargo, la dicotomía entre individualismo y colectivismo parece reducir la complejidad de cada cultura en una clasificación muy simple (Turiel y Wainryb, 1994). Y difícilmente puede explicar los resultados.
Es más probable que el acceso a las necesidades y la búsqueda de bienestar sean condiciones con mayor potencial para encontrar explicaciones a tales diferencias. Así, podría suponerse que ciertas condiciones de vida podrían destacar unas necesidades y no otras. De esta manera, la “búsqueda del bienestar de otros” puede suponer prioridades diferentes y por lo mismo acciones diferentes.
“Es probable que en sociedades donde los recursos materiales son escasos, el compartir sea particularmente valorado como signo de prosocialidad. En las sociedades post materialistas, en las que las necesidades de perfeccionamiento individual son más evidentes y la satisfacción de las urgencias materiales puede descartarse más fácilmente, la empatía y el cuidado pueden ser particularmente valorados”.
(Caprara y cols., p. 18).
Recomendaciones
Parecería que, para los jóvenes estadounidenses, resultaría más fácil involucrarse en conductas de ayuda que para los jóvenes de Italia y Bolivia. La razón de ello, quizá, pueda ser la profunda cultura de voluntariado que la sociedad norteamericana inculca a sus ciudadanos a través de la educación. Tanto italianos como estadounidenses parecen responder mejor a las emociones vicarias y en apreciar los puntos de vista de los demás. Para los bolivianos, en cambio, resulta más evidente la tendencia a compartir. Probablemente, el hecho de convivir en familias extendidas con relativamente pocos recursos hace que muchos bolivianos valoren el compartir. Por el contrario, la abundancia que caracteriza a las sociedades italiana o estadounidense puede llevar a apreciar más la importancia de la necesidad de aceptación y el soporte emocional; independientemente de la satisfacción de necesidades materiales (Caprara y cols.,Op. Cit.).
Altruismo y Prosocialidad – Concepto
Las reflexiones anteriores ponen en manifiesto el importante rol de la cultura en la definición de la Prosocialidad. Está claro que el comportamiento prosocial no describe un patrón universal. Si no más bien, una serie de expresiones de la convencionalidad humana, condicionadas principalmente por factores sociales y económicos, que determinan los estilos de vida.
Un claro ejemplo de la influencia de la cultura en el comportamiento prosocial puede encontrarse en la reciprocidad. Entendemos por reciprocidad el proceso mediante el cual una persona que ha recibido un favor de otra, lo regresa al benefactor original. Desde luego, para que dicho comportamiento pueda ser considerado prosocial debe ser un acto voluntario, manifestado en ausencia de anticipación de incentivos externos. En otras palabras, el que retribuye debe decidir hacerlo sin ninguna presión externa (Bar-Tal, 1980).
Por lo tanto, una persona que inicia una relación de intercambio ayudando a otra, usualmente tiene la seguridad de que el receptor le retribuirá. La sociedad genera esta norma, aplicando sanciones a los receptores que no devuelven sus deudas.
Otros escritos (Kahan, 2003) hacen énfasis en la reciprocidad considerando al individuo como entidad moral y emocional. La mayoría de las personas se ven a sí mismas (dice este autor) como personas cooperativas y dignas de confianza. En tal medida se encuentran siempre dispuestas a contribuir para el bienestar colectivo. No obstante, si perciben que se quiere sacar beneficio de esta buena disposición, harán cualquier cosa para evitar el sentimiento de ser explotados.
Reciprocidad e intercambio
La reciprocidad en las sociedades andinas, por ejemplo, puede instituirse socialmente como un mecanismo de afirmación de la solidaridad entre individuos y grupos (Altruismo y Prosocialidad). Constituye un referente ético para su comportamiento individual y colectivo (Temple, 1989, 2003).
La reciprocidad, como ya se dijo, se resume en la dinámica de devolver los bienes o favores recibidos a quien los prodigó, en primera instancia. En una lógica de mantener un equilibrio entre obligaciones mutuas. Supone un mecanismo de reproducción social del beneficio cuyo resultado es el bien común y la consolidación del lazo social. Lo que fortalece el vínculo psicológico entre las personas. Consiste en el reconocimiento de las necesidades del otro como base de la relación humana y como determinante del prestigio social personal.
Las instituciones originarias conocidas en lengua nativa como el “ayni” y la “minka”, para citar solo las más conocidas y que determinan patrones consistentes de comportamiento colectivo; son posibles únicamente gracias a la reciprocidad.
No existe nada en la vida de los grupos indígenas de los Andes que caiga al margen de la reciprocidad. Es parte de su convencionalidad y, por lo tanto, de su estilo de vida.
Sin embargo, ni las expresiones humanas tan consistentes como la reciprocidad permanecen invariables ante la influencia dinámica del contexto. Roth (2005) estableció que la tendencia a retribuir puede variar de individuo a individuo, dependiendo de las circunstancias que rodean a la situación de intercambio. De esta manera, una persona puede estar más dispuesta a devolver un favor recibido si el donante, es a la vista, alguien de escasos recursos.
Por otro lado, la misma persona, puede expresar una fuerza de reciprocidad menor si acaso sospecha que quien le ofrece el favor tiene intenciones de pedirle posteriormente algo a cambio.
Altruismo y Prosocialidad – Determinantes y estudio
El análisis de los determinantes de la reciprocidad obliga a considerar la influencia contextual que gravita tanto de manera objetiva como subjetiva en la persona que recibe el favor. No basta simplemente con tomar en cuenta las relaciones mecánicas entre el favor recibido y la obligación creada para devolverlo. Analizar la influencia contextual significa tener en cuenta las múltiples variables emergentes de la situación de la donación.
Son variables son estrictamente situacionales y se destacan entre otras:
- La forma de entrega del favor.
- Las verbalizaciones que acompañan al hecho.
- El estado emocional presente del receptor.
- Sus atribuciones.
- Su percepción acerca del grado de pertinencia del favor.
- Valoración del costo y del beneficio del intercambio.
- Percepción acerca del clima que rodea al favor recibido.
La fuerza de reciprocidad
Roth (2005) midió la importancia percibida del beneficio sobre la disposición de los beneficiarios a retribuir el favor recibido. Para ello determinó la fuerza de reciprocidad, entendida como el producto de la diferencia entre la magnitud de la reciprocidad que A está dispuesto a ofrecer a B. Y la relevancia percibida del favor recibido por parte de B.
Por ejemplo, si la relevancia del favor es percibida con un valor equivalente a 5 en una escala del 1 al 10 y la disposición a retribuir es igual a 7 en una misma escala; la fuerza de reciprocidad corresponde a +2. Por lo tanto, se sometió a comprobación la hipótesis de que la fuerza de la reciprocidad aumenta en relación directa con la relevancia percibida del favor ofrecido.
La demostración fue realizada con un grupo de estudiantes universitarios de ambos sexos. Se midió su disposición a retribuir en cuatro situaciones hipotéticas que representaban contextos de intercambio lo suficientemente diferentes como para establecer, con ellos, una jerarquía subjetiva de relevancia relativa. Dichas situaciones hipotéticas fueron ordenadas, a juicio de los participantes, de menor a mayor relevancia.
Resultados
Los resultados señalaron de manera clara que la dispersión de los datos disminuye a medida que se pasa de una situación en la que se juzga el favor recibido como menos relevante, a otra que presenta situaciones que suponen favores más importantes y tienden a concentrarse en los valores más altos de variable dependiente como lo muestra la línea de tendencia expuesta en la figura 1.
Figura 1
Tendencia de la fuerza a retribuir a lo largo de las cuatro diferentes situaciones del experimento.
Adviértase que la fuerza de la reciprocidad en la situación número 4 (considerada como más relevante) es, por lo general, mayor que las exhibidas en las situaciones 1, 2 o 3.
Además, debe notarse que los puntajes de la situación 1 son ciertamente más parecidos a los exhibidos en la situación 2. Y los puntajes de la situación 3 se parecen a los de la situación 2. Y los de la 4 difieren poco de los de la 3.
En otras palabras, las diferencias de puntajes de situación a situación se acentúan a medida que expresan historias que los participantes consideran como más importantes.
El estudio aludido demostró que los participantes están, por lo general, más inclinados a juzgar la pertinencia de la reciprocidad cuando el favor que se recibe está de acuerdo con el criterio subjetivo de relevancia. Mientras más relevante era percibido el favor, la disposición a reciprocar era también más intensa.
Estos resultados corroboran la importancia de ciertas variables, cuyo valor tiende a fluctuar dependiendo del contexto o situación en que se encuentren.
La complejidad de la prosocialidad, así como de otros procesos psicológicos de naturaleza psico-social, reside en su reactividad a múltiples situaciones, delimitadas por las características de la cultura (Altruismo y Prosocialidad).
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